Santos Urbina.
Los intelectuales del neoliberalismo están empeñados en una tarea insensata y perniciosa: universalizar el pensamiento para la subordinación.Pretendiendo ignorar la estructura de la sociedad humana, con el pretexto de la globalización vienen trabajando en la idea de que en el mundo debe existir un solo sistema de valores.
La vieja teoría liberal de que la sociedad es una estructura general con personalidad propia por encima del conjunto de individuos, donde la conciencia social es una entidad homogénea que representa los intereses de todos por igual; superpuesta a las clases sociales, las diferencias culturales y las contradicciones de todo tipo, es resucitada para imponerla como dogma universal.Así, los derechos de los individuos son fruto de un derecho natural, las clases sociales no existen como categoría del régimen de explotación y las diferencias sólo son consecuencia de los límites de las capacidades humanas.
Por tanto, teniendo todos los mismos derechos y oportunidades, los beneficios son para aquellos más competentes. Sólo los flojos e ineptos sucumben. Con esa idea, los jefes del club de países ricos de Occidente y sus corifeos agrupados en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), se han empeñado en imponer al mundo occidental un conjunto de políticas y orientaciones de corte neoliberal, determinadas por las reglas del mercado bajo el dominio de las grandes corporaciones.
Con la supervisión y el impulso de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), que es el aparato del gobierno norteamericano para ponerle la zanahoria al burro en dirección de los intereses de las grandes corporaciones privadas y brújula de las políticas neoliberales en el mundo, la OCDE se dio a la nociva tarea de convertir en universal y obligatoria la doctrina del mercado mediante la imposición de un modelo de enseñanza que coloca en la cúspide del aprendizaje la noción de “competencia”.
Este concepto del mercado transpolado al ámbito educativo, parte de la necesidad laboral de los países industrializados como respuesta a la urgencia de fomentar la formación de mano de obra calificada según los estándares y necesidades surgidas en el sistema productivo capitalista. De esta manera, los fines y objetivos de la educación quedan supeditados a las necesidades del capital y el sistema educativo convertido en un apéndice del mercado.
Con el supuesto de formar individuos capaces de enfrentar a un mundo competitivo y globalizado, los tecnócratas han diseñado un molde que generaliza un conjunto de técnicas y métodos de la chatarra pedagógica de Occidente, para imponerla como la nueva doctrina educativa obligatoria en todos los países subordinados.
El novissimo sistema de enseñanza que con inusitada ferocidad imponen los mercaderes del mundo, inspirado en el sistema norteamericano que exacerba el individualismo y la cultura de los codazos y las patadas para sobresalir, es un producto nato del laboratorio neoliberal para la formación de un sujeto mediocre, sin antecedente histórico, desnacionalizado, inculto e incapaz de transformar la realidad con sentido progresivo; es decir, todo lo contrario a la verdadera misión de la educación que es su carácter humanista creador y liberador.
La noción de competencia, ajena a un marco conceptual y teórico verdadero, es en realidad un invento surgido en el contexto de la instrumentación de la doctrina educativa neoliberal bajo los auspicios de la OCDE. Un concepto demagógico y propagandístico como otros más de la estrategia, para distraer respecto de los verdaderos propósitos del modelo imperial de enseñanza.
Pero la discusión de fondo no se reduce a la naturaleza del término, acuñado después de que los tecnócratas habían iniciado la implementación de la estrategia; pues así como no hay libre competencia ni libre mercado, ya que estos desaparecieron hace más de cien años al surgir los monopolios, de la misma manera el modelo jamás formará individuos competentes en nada. Tampoco el problema se limita a las técnicas y métodos didácticos pragmáticos y extranjerizantes que los tecnócratas proponen, aspecto donde se gasta mucha saliva, ya que el sistema vigente es igual de desastroso y endeble.
Sin menospreciar el daño que la implementación de estos dos aspectos producen en la enseñanza, el problema de fondo en este momento lo representa el proceso de entrega y homologación de todo el sistema educativo a los estándares y directrices determinados desde el centro de poder de las potencias extranjeras y las corporaciones trasnacionales, relacionados con la estrategia de subordinación total y máxima explotación capitalista.
Luego de la imposición del nuevo sistema y su estructura para la enseñanza, reforzado con las reformas jurídicas ad hoc que los neoliberales están implementando en el marco del proceso privatizador, le sigue la modificación de todos los contenidos educativos para adaptarlos a los intereses trasnacionales y formar el individuo que los monopolios desean, con la ilusión de eternizar el sistema capitalista y su modelo de explotación trasnacional.
Lo que está ocurriendo, con la complicidad corrupta de desnacionalizados y simuladores en el Poder Público y el ámbito educativo, a quienes no importa el daño que causan, es sumamente grave. No se trata sólo de la entrega total del sistema educativo nacional a manos extranjeras y privadas, sino de la cancelación misma de la nación como entidad soberana.
Las organizaciones patrióticas, populares, democráticas y progresistas no deben ceder ante la amenaza. El magisterio no sólo debe defender sus legítimas conquistas gremiales, sino evitar que los traidores consumen sus planes; esa es su verdadera tarea hoy. Y la juventud debe movilizarse en defensa de su perspectiva pues, como señaló José Martí, “los estudiantes son el baluarte de la Libertad, y su ejército más firme”.
12 de agosto de 2009.
josurbina@gmail.com
Publicado por
Asamblea General
viernes, 28 de agosto de 2009
Etiquetas:
Educación para la subordinación
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